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La Ciudad |IMPRESIONES - Ocurrencias

La bata de Nora siguió hablando

La bata de Nora siguió hablando

Alejandro Castañeda
Alejandro Castañeda

29 de Diciembre de 2024 | 02:58
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Al fin apareció el dueño del ADN misterioso. Hasta ahora era un sospechoso anónimo que había dejado su rastro en la bata y la zona genital de Nora Dalmasso. Pero la presencia de un nuevo fiscal, Pablo Javega, meticuloso y empecinado, aportó un dato irrefutable. Los avances de la ciencia genética al fin le dieron nombre y apellido a ese NN escurridizo que anduvo ese 26 de noviembre de 2006 forzando la intimidad de Nora: se llama Roberto Barzola, es un pulidor de pisos que estaba trabajando en esos días en la casa de la familia Macarron-Dalmasso.

Con culpable a la vista, los crímenes de Nora Dalmasso y María Marta García Belsunce siguen emparentados. Los dos asesinatos echaron sombras sobre sus vínculos más cercanos. Sus esposos estuvieron siempre en primer plano, inspirando compasión y sospechas; los culpables tardaron en llegar; la edad y la figuración social de las dos señoras, el country, la intimidad violada y la instrucción chapucera, las acercan más. Encima, móviles ausentes, ADN esquivos, sospechas cruzadas, muertes en días feriado, matadores que no roban nada, puertas sin llave. No hubo aberturas forzadas, ni pisadas, ni faltantes. Nadie vio nada. Un nudo confuso y unos falsos pitutos le sumaron falsas evidencias a estas matanzas sin rastros.

La instrucción del caso Dalmasso estuvo plagada de contradicciones. Los investigadores no se ponían de acuerdo y la falta de certezas y la maledicencia se encargaron de ir sumándole asesinos posibles y amantes probables a la víctima. Toda la ciudad jugó al detective. Medio Río Cuarto andaba con el semen bajo sospecha, incluso un amigo de la casa se hizo un análisis para despejar dudas.

Pero la revelación que aportó ahora el fiscal Javega pone al pulidor contra el piso. Hay rastros del ADN del susodicho en zonas donde los trabajadores domésticos no tienen por qué llegar. En su momento, su declaración fue insulsa. Le creyeron todo en una ciudad que fabricaba sospechosos cada semana. Por eso, más vale que los detectives de Río Cuarto les pidan perdón al marido y a los hijos de Nora, que fueron ensuciados por una instrucción prejuiciosa, errada y remolona. Pero, como tantas otras víctimas, Nora se resistió a ser olvidada. Pese a que los celulares borraron todo, la autopsia aportó sólo dudas, las cámaras no registraron nada, fue su cuerpo el que se encargó de delatar a su matador. La bata de seda y sus lastimaduras guardaron las claves de un crimen que había manchado a casi todos, menos al pulidor.

Recordemos que la violación seguida de homicidio fue la principal hipótesis en la que insistieron el criminalista Raúl Torre y los forenses Osvaldo Raffo y Juan Fenoglio, quienes estuvieron en Río Cuarto y analizaron todas las evidencias en agosto de 2007. Los profesionales fueron contratados en su momento por la familia macarrón. Entre otras cosas, insistieron en las tremendas mordeduras que tenía Dalmasso, incompatibles con una relación sexual consentida. Y, además, determinaron que tenía rastros de violencia en los genitales y entre las piernas. Ellos no sólo sostuvieron que se trató de un abuso sexual seguido de muerte, también advirtieron que el violador debía ser una persona joven, del entorno geográfico. Es decir alguien del lugar, que conocía la casa.

Al comienzo -suele suceder- los cercanos son los principales sospechosos. La perversión se alimenta de vecindades. El diablo siempre anda cerquita. Se habló de celos, de venganza, de infidelidades y de asesinos a sueldo. La policía y la justicia cordobesa no encontraron -como en el caso García Belsunce- ningún indicio seguro. No es fácil diferenciar consentimiento o lucha en el trajín arrebatador del sexo. Los detectives no pudieron precisar si Nora quería o no quería al trasnochador que vino a guarecerse en su cama. Nunca fue fácil rotular los vaivenes de los juegos amorosos, sobre todo en noches de tormenta, con marido ausente y con chismes y truenos, merodeando. Pero la insistencia de este fiscal parece haberle puesto fin a un juego macabro que nos viene a recordar que los crímenes no esclarecidos siguen allí, ansiosos por ser descubiertos, como si los muertos pidieran a jueces y criminales que no los olviden.

La revelación que aportó ahora el fiscal Javega pone al pulidor contra el piso

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