Se recalienta el delito en La Plata: salvaje asalto a una pareja de jubilados

Eran las 02.40 de la madrugada del lunes cuando la pesadilla tomó forma en una vivienda de la calle 150 entre 65 y 66, en la localidad de Los Hornos.

Allí, entre las sombras y el silencio, un matrimonio de jubilados vivió el horror en su expresión más cruel: fueron sorprendidos mientras dormían por tres delincuentes encapuchados, que los maniataron, los amenazaron y se llevaron una fortuna.

El dueño de casa, de 75 años, apenas si alcanzó a abrir los ojos cuando sintió la presencia extraña sobre su cama. Una mano le cubrió la boca con violencia.

Creyó, por un instante, que se trataba de una broma de sus nietos.

Pero la frialdad del intruso y torpeza del sujeto le hizo comprender rápidamente que se trataba de un intruso.

La reacción fue instintiva. Intentó empujar al sujeto, pero enseguida otros dos lo rodearon. No hubo posibilidad de defensa.

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Lo redujeron con fuerza y le ataron pies y manos con un pañuelo. Su esposa, paralizada por el miedo, también fue sometida sin contemplaciones.

Ambos quedaron tirados en su habitación, indefensos, observando como sus muebles eran revueltos por manos desconocidas.

No les importó romper, tirar, pisotear. El objetivo estaba claro: encontrar el dinero. Y lo encontraron.

En uno de los cajones del placard, oculto como tantos otros ahorros de toda una vida, había un millón quinientos mil pesos.

Dinero destinado a emergencias, a reparaciones, a tener un retiro digno. Así, sin más se apoderaron de todo el esfuerzo hecho durante tantos años.

Pero no fue todo. Los encapuchados continuaron su recorrido por la casa, saqueando a su antojo.

Hasta que, de repente, un sonido exterior les torció los planes: la alarma vecinal de una vivienda cercana se activó.

Era el primer indicio de que alguien, afuera, había notado algo extraño.

Apurados, pero sin perder la sangre fría, los ladrones se apoderaron de dos televisores y se dirigieron hacia la puerta.

Allí los esperaba un cuarto integrante de la banda, al volante de un vehículo blanco.

Subieron con el botín y huyeron a toda velocidad, perdiéndose en la madrugada como fantasmas que dejan sólo destrucción a su paso.

Minutos después, el yerno del matrimonio llegó a la propiedad. Encontró a sus suegros atados, temblando y con los rostros desfigurados por el miedo.

El desorden reinaba en cada habitación. El hombre los desató como pudo, conteniendo las lágrimas.

A las 02.55, llamaron al 911. La Policía llegó al rato, tomó declaraciones, y comenzó la reconstrucción de un hecho que lleva el sello de la planificación, pero también el de la impunidad.

Los primeros indicios apuntan a que la banda forzó la entrada con una palanca metálica. No hubo marcas previas, ni inteligencia aparente sobre la casa.

Todo indica que se trató de un robo al voleo, aunque la precisión del golpe, la coordinación entre los cuatro implicados y el rápido escape hablan de una estructura criminal aceitada y peligrosa, especializada en atracos domiciliarios.