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Terror en La Plata: un joven fue atado y amordazado en un asalto

Al menos tres ladrones entraron en una casa y, al toparse con el dueño, le hicieron vivir una pesadilla. Se llevaron una fortuna

Terror en La Plata: un joven fue atado y amordazado en un asalto

Un joven de 20 años vivió una pesadilla en Diag. 75 entre 17 y 61 / Web

24 de Marzo de 2025 | 02:12
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La noche del sábado se convirtió en una verdadera pesadilla en una vivienda de Diagonal 75 entre 17 y 61, cuando un grupo de delincuentes irrumpió de manera violenta y desató el terror.

Un joven de 20 años fue sorprendido y sometido por tres sujetos armados, que lo redujeron con brutalidad en una cacería implacable por un botín millonario.

Aunque la pérdida de bienes materiales suele ser la principal fuente de frustración para quienes caen en manos de la delincuencia, en este caso lo más desgarrador no fue lo que se llevaron, sino lo que dejaron: miedo, angustia y una herida emocional, que difícilmente cicatrice. En este caso, un joven de apenas 20 años quedó a merced de un grupo de delincuentes sin escrúpulos, que hizo de la violencia y el terror sus principales armas.

Sin rastro de piedad, los asaltantes descargaron sobre él una avalancha de insultos, amenazas y gritos, buscando quebrar su resistencia, hacerlo sentir indefenso, arrinconado en su propio hogar, el mismo lugar que hasta entonces había sido su refugio.

La crudeza de la situación lo sumió en un estado de pánico extremo, mientras los ladrones, completamente impunes, disfrutaban del dominio absoluto que ejercían sobre su víctima.

Este episodio no es un caso aislado. Es el reflejo descarnado de una inseguridad que se ha convertido en una sombra constante sobre la vida de los vecinos de la Región: basta con tener en cuenta que horas después una familia de 484 entre 10 y 11 sufrió el mismo infierno (ver aparte).

Cada robo deja no solo pérdidas materiales, sino también cicatrices invisibles, el recordatorio de que nadie está realmente a salvo.

Según trascendió, el reloj marcaba las nueve de la noche cuando la tranquilidad de la casa fue destrozada por un golpe seco en la puerta de la planta baja.

Desde su habitación en el primer piso, la víctima miró por la ventana y lo que vio le heló la sangre: un Toyota Corolla gris, inmóvil frente a la casa, presagiaba lo peor. Desesperado, comenzó a bajar por la escalera, pero a mitad de camino quedó petrificado.

Tres sombras se alzaban amenazantes en la oscuridad y una de ellas, con un arma de fuego en mano, le lanzó una orden que retumbó como un martillazo en su cabeza: “Subí y tírate al piso”.

El joven apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando fue empujado al suelo con violencia. Sus manos fueron atadas a la espalda con una cuerda roja, fría y opresiva, como un grillete impiadoso.

Una toalla le cubrió el rostro, dejándolo atrapado en una oscuridad sofocante. El miedo se volvió insoportable mientras los delincuentes, implacables, lo bombardeaban con preguntas. “¡La plata, dónde está la plata!”, le exigían entre gritos y amenazas.

Sin dar tregua, los intrusos le arrancaron del cuello su única joya: una fina cadenita de oro, un botín menor ante la codicia desatada de los asaltantes. “¿Dónde está la habitación de tu papá?”, insistieron con una violencia contenida y calculadora. Sabían lo que buscaban. Conocían demasiado.

Sin opciones, el joven se vio obligado a guiarlos hasta la habitación de sus padres, quienes se dedican al comercio, una información que los ladrones parecían manejar con escalofriante precisión.

En cuestión de segundos, dejaron de revolver su habitación y descendieron a la planta baja como depredadores tras su presa. En un saqueo feroz, se hicieron con una fortuna: 1.800.000 pesos y casi 3.000 dólares. Pero no se conformaron. Antes de marcharse, tomaron también una PlayStation 4 con tres controles, como si fueran trofeos de una cacería despiadada.

La pesadilla duró apenas diez minutos, pero para la víctima fue una eternidad. Desde la planta baja, un grito terminó de sellar su destino: “Negro, nos vamos”. Y de pronto, el silencio. Un vacío sepulcral se apoderó de la casa. El joven, con el corazón desbocado y los nervios de punta, logró desatarse y, tembloroso, marcó el 911 a las 21.13 horas.

El golpe fue quirúrgico y despiadado. La hipótesis que cobra más fuerza es que los delincuentes llevaban tiempo vigilando a la familia, analizando cada movimiento, cada rutina.

Sabían dónde buscar y qué esperar. Ahora, la Policía bonaerense trabaja contrarreloj, analizando minuciosamente las imágenes de las cámaras de seguridad en un intento desesperado por hallar pistas que conduzcan a los responsables.

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