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Mariano Pérez de Eulate
mpeulate@eldia.com
Una de las evidencias incómodas que arrojaron las Primarias Abiertas (PASO 2023) del domingo es la paupérrima elección que realizó Juntos por el Cambio, esa fuerza que en 2019, luego de perder el poder, barruntaba ocho años de ostracismo pero que hace dos, al cabo de las legislativas de medio término, se encontró con la posibilidad de recuperarlo antes de lo pensado.
Aquel triunfo nacional de 2021, en cierta forma, fue una tentación endemoniada. En vez de enfocarse en aprovechar los múltiples errores del oficialismo, capitalizando sobre todo el desmanejo de la cuestión económica, la principal alianza opositora cayó en rencillas intestinas, muchas veces feroces, que fueron desdibujando su perfil de alternativa central al peronismo.
El deslucido gobierno de Alberto Fernández le había servido en bandeja el retorno posible. Pero Juntos, por aquello de que la cercanía de la reconquista de la Casa Rosada potenció las diferencias, terminó en un estadio político que no canalizó el ostensible descontento social. Y esa es, precisamente, una razón de ser de cualquier espacio opositor.
Eso es lo que vio Javier Milei, con una estructura nacional muy menor en comparación a las dos grandes coaliciones, casi inexistente, pero decidido a trabajar con las herramientas que sea, aún con ciertos eslóganes más efectistas que realizables, su rol de alternativa al kirchnerismo y su condición de “novedad” en un mundillo que sólo ofrecía rencillas palaciegas a uno otro lado de la grieta.
Comparando los resultados de la legislativa de 2021 con las PASO de ayer, Juntos por el Cambio perdió unos 2.500.000 votos en términos nacionales. Es una catástrofe para una fuerza que hasta ayer pensaba que iba a ser la más votada y terminó siendo una de las causantes del clima social anti sistema que derivó en la irrupción de la Libertad Avanza.
Especialmente Horacio Rodríguez Larreta siempre especuló con la existencia de un grupo grande de electores que no reflejaban las encuestas y que rechazaban la lógica de la confrontación que proponía su rival interna, Patricia Bullrich. Ese voto, finalmente, lo acompañaría, pensó el alcalde porteño. En palabras del consultor Guillermo Raffo, había algo más: una mayoría silenciosa, en efecto, pero que estaba enojada; y votó a Milei.
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En Juntos no vieron venir el voto contra el statu quo que se expresó no sólo en el primer lugar que sacó el libertario sino en derrotas como la del possismo en San Isidro (la hija de Gustavo Posse era candidata a intendenta para continuar con esa dinastía eterna), o lo de un Néstor Grindetti complicado en Lanús o la caída del kirchnerismo en Santa Cruz luego de más de tres décadas, por citar sólo unos pocos ejemplos.
Y, en lo que fue una puñalada especialmente dolorosa para los amarillos, aquel sufragio contra el orden establecido se vio también en amplias zonas de “voto chacarero”, como en la región núcleo de producción agropecuaria que representan Córdoba y Santa Fe. Hasta ayer, era territorio garantizado para la alianza de macristas y radicales pero ahora ese lugar del mapa es de color violeta libertario. Milei se hizo dueño de esos votos, tal vez por su promesa de eliminar todo impuesto distorsivo a la producción o simplemente porque esos electores ya no creen en los mismos de siempre o acumulan demasiadas desilusiones con ellos.
Todo esto estaría evidenciando que el voto de Milei tiene poco de ideológico. Para ser claro, una muy pequeña porción de sus votantes del domingo se definen como “liberales”. Al contrario, es un voto enojo y acaso esperanzado. ¿Porqué las encuestas no vaticinaron ese 30% que obtuvo en las PASO? Más allá de los cuestionamientos a las metodologías que se usan para confeccionarlas, habría otros motivos.
La politóloga Florencia Filadoro, en diálogo con este cronista, explicó que muy probablemente muchos votantes de esa franja de entre 10 y 15 % de indecisos que reflejaron las encuestas hasta último momento se haya inclinado por el libertario en el cuarto oscuro. Y, dato no menor, Milei también ha tenido un voto vergonzante. Es aquel que no decía que iba a votarlo cuando lo consultaban, pero ya tenía decidido que lo haría.
Esta curva también se la comió Juntos por el Cambio, que entre sus dos ofertas presidenciales tenía contratada a una legión de expertos en el estudio de la opinión pública.
La historia es cruel para la oposición cambiemista. En abril de 2022 hubo un escándalo en la mesa nacional de Juntos. Fue cuando una ala propuso incorporar a Milei a la coalición para que terminara jugando por adentro justamente en las Primarias del domingo pasado. Mauricio Macri y Patricia Bullrich lo impulsaban.
Se impuso el criterio de Rodríguez Larreta y los radicales encarnados en Gerardo Morales, en un documento que fijó los “límites” a la laxitud de la alianza que, se reitera, en esa época se veía de vuelta en el poder. Larreta y el jujeño terminarían siendo los claros perdedores de las PASO un año y pico después. Milei no fue un “cisne negro”, pero se le pareció bastante.
En el bullrichismo especulaban antes del domingo con este escenario: si ganaban las primarias a Larreta convocarían luego a los votantes de Milei con la lógica del “voto útil”. Sumarlos bajo la mística de vencer a Sergio Massa. Pero esa estrategia suponía a un Milei que saliera tercero, no primero. Ahora, el que casi seguro ya está en el ballotage es el libertario porque es improbable que sufra una merma de votos en octubre. ¿Y ahora?
Bullrich debería, primero, asegurarse la fidelización total de los votantes que optaron por Larreta el domingo. Deberá desplegar un impresionante operativo de seducción porque la feroz interna entre ellos dejó mucha dirigencia y sobre todo gran cantidad de militancia enojada. La postura del alcalde porteño será clave, aún cuando en Juntos no suele imperar el criterio del “votante rebaño”: casi 2,5 millones de votos obtuvo Larreta. Es mucha gente para seducir. En este sentido, se impondrá, seguramente, un viraje del discurso de la candidata hacia el centro.
Es probable, además, que Bullrich apueste a convencer a un actor importante del domingo último: el votante que no fue a votar. Más de 30% del padrón se ausentó. Probablemente un 7 u 8% más concurra en octubre, especulan en Juntos. Obviamente allí también intentarán pescar Massa y Milei, cada uno a su manera.
¿Y Macri? Se supone que su núcleo duro de seguidores, ese que lo quería ver como candidato otra vez, ya está con Bullrich. Trascendió que se concibe a sí mismo como garante de la unidad con Larreta, del que se distanció hace tiempo. El domingo cometió el pecado de la soberbia: cerró el acto de Juntos en Parque Norte como si él fuera la estrella, lugar que debió haber ocupado la ganadora de la PASO amarilla. Tal vez se deba a que sintió lo ocurrido ese día como una reivindicación: en definitiva, su preferida se impuso, su primo Jorge ganó en la CABA y acertó cuando predijo que Milei tenía altas chances de entrar al ballotage.
Una puñalada dolorosa también para los amarillos fue el “voto chacarero” a Milei
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