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Trump no torcerá el rumbo ni ante una posible recesión

Trump no torcerá el rumbo ni ante una posible recesión

Creen que Trump va por todo en su segundo mandato / web

23 de Marzo de 2025 | 06:20
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A veces intentamos hacer que una situación parezca menos desesperada de lo que es, quizás inventando una excusa o negando por completo la realidad. En estos tiempos sombríos, abundan los ejemplos: “Al menos Donald Trump será bueno para los negocios”. O: “Si hay algo que Donald Trump tiene en cuenta, es la bolsa”. O con el empeoramiento de los datos económicos y los índices de aprobación presidencial, una frase favorita este mes es: “Donald Trump no puede ignorar estas cifras”.

Por supuesto que puede ignorarlas. El hecho central del segundo mandato de Trump es que no puede postularse para un tercero. Ahora está emancipado de la opinión pública, la cual hizo un buen trabajo manteniéndolo bajo control la última vez.

Si sus aranceles provocan una recesión, o sus políticas exteriores una crisis mundial, llevando su índice de aprobación a profundidades infernales, ¿qué pierde él exactamente? En el peor de los casos, los republicanos -quienes le importan poco- colapsarán en las elecciones de mitad de período, tras las cuales un presidente en su segundo mandato es un pato rengo de todos modos.

Habiendo insistido en esto desde noviembre, se pueden anticipar dos respuestas. Una es que Trump quiere lanzar a JD Vance, o quizás a un pariente consanguíneo, como candidato del Partido Republicano en 2028, por lo que no debe arruinarles la oportunidad con un caos económico y geopolítico. Incluso líderes tan convencionales como Angela Merkel, Tony Blair y Joe Biden fueron negligentes en su planificación de la sucesión. ¿Debemos creer que un egoísta de las dimensiones de Trump se contendrá por una preocupación estratégica en consideración a las perspectivas de otra persona dentro de tres años?

La otra respuesta es que Trump simplemente anulará la enmienda 22 y se volverá a postular, o incluso cancelará las próximas elecciones presidenciales. Sería precipitado descartar esto sin pensarlo dos veces. Trump tendrá que dejar el cargo en la fecha prevista, a los 82 años, y lo sabe. Como tal, la perspectiva de recesión e impopularidad en los próximos años podría no atormentarlo tanto como los analistas racionales tienden a pensar, según reveló el Financial Times.

De las tres cosas más perjudiciales que Trump está haciendo - retirarse de Ucrania, erosionar las instituciones nacionales e imponer aranceles - una recesión podría impulsar al presidente a intensificar sus acciones con respecto a las dos primeras políticas.

Cuanto peor esté la economía, mejor será el pretexto para retener los escasos recursos estadounidenses destinados a la defensa europea. Cuanto peores sean las cifras fiscales, más motivos habrá para desmantelar el Gobierno federal y otros organismos públicos. Una recesión podría ser un acontecimiento que lo radicalice, no uno que lo contenga. En esencia, Trump es ahora una figura casi pospolítica, capaz de hacer las cosas como fines en sí mismas en lugar de analizarlas por su efecto electoral. El Trump del primer mandato no habría dicho voluntariamente que los aranceles provocan “perturbación”, ya que habría sido una autolesión política.

La primera Administración Trump tenía en cuenta a los votantes indecisos; ésta anhela comulgar con la base trumpista. La primera contaba con figuras del mundo empresarial que eran monótonas y tranquilizadoras, “tipo ExxonMobil”; ésta contiene soñadores milenaristas de una riqueza verdaderamente intocable. La primera practicaba un populismo común y corriente; ésta tiene un rastro de algo mejor descrito como nihilismo.

Sólo hay una “excusa” sobre Trump que contiene un elemento de verdad: Él sigue respondiendo a las concesiones de las partes opositoras, ya sea en forma de halagos personales o de concesiones materiales. Como prueba de esta negociabilidad, basta con ver el patrón intermitente de los aranceles contra Canadá o el intercambio de inteligencia con Ucrania, los cuales parecen depender del grado de capitulación de esos países ante Trump en una semana determinada. ¿Pero el electorado? ¿La disciplina de tener que hacerle caso al votante indeciso? Trump se liberó de ese yugo en noviembre.

Dado a que se le ponen tan pocos límites escritos al Ejecutivo, se dice que la constitución británica es, en esencia, una enorme apuesta en la buena fe de los políticos. Un aspecto del sistema estadounidense no es tan diferente, y es el segundo mandato de una presidencia y, en particular, los dos últimos años. En ese punto, el comandante en jefe conoce su fecha de partida, pero sigue siendo el ser humano más poderoso de la tierra.

Aunque la Corte Suprema y otras restricciones siguen siendo pertinentes, mucho depende de la conciencia de ese individuo para mantenerlas en orden (así como de su miedo a ser persona non grata en el retiro). Irán-Contra, la mayor parte del encubrimiento del escándalo de Watergate: es revelador cuántos escándalos de posguerra se producen en segundos mandatos.

Ahora imaginemos a alguien en esa situación que no tiene ni un sentido de la custodia de la república ni, al entrar en su novena década, una eternidad de jubilación que llenar. Las circunstancias no podrían ser más propicias para que Trump se despidiera con un resplandor de cualquier cosa que sea lo contrario a la gloria.

Desde noviembre, ha sido difícil evitar la idea de que mucha gente, creyendo que había exagerado el pánico con respecto a Trump en su primer mandato, ahora están minimizando el pánico. Esto se observa en el gran encogimiento de hombros que representa el mensaje demócrata en estos momentos. Se ve, sobre todo, entre los líderes empresariales, con su siempre conmovedora creencia de que, al final, todo el mundo comparte su pragmatismo.

Su apuesta parece ser que Trump, teniendo el miedo de un político a la recesión y al odio público que conlleva, reconsiderará sus peores ideas a medida que sus efectos económicos se hagan evidentes. Esto parece un análisis frío y penetrante del hombre, hace ocho años.

Una recesión podría ser un acontecimiento que lo radicalice, no uno que lo contenga

 

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