Consejos para gestionar lo dulce en la mesa

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Con la llegada del nuevo año, los objetivos de salud y bienestar suelen encabezar la lista de resoluciones. Entre ellos, el deseo de lograr una alimentación balanceada o perder algunos kilos de más. Y es en este contexto donde aparecen ciertos mitos alimentarios que se han arraigado en nuestra cultura, como la supuesta necesidad de consumir cinco comidas diarias o la idea de que el postre es un componente imprescindible para una dieta equilibrada.

Pero, ¿qué hay de cierto en esto? ¿Es realmente necesario ese bocado dulce que suele cerrar nuestras comidas? Consultamos a expertos para despejar las dudas.

Enric Sánchez, co-coordinador del Grupo de Trabajo de Dietoterapia en la Obesidad de la Sociedad Española de Obesidad (Seedo), fue tajante: el postre, tal como lo conocemos tradicionalmente, no es esencial. “Lo que sí resulta indispensable es el consumo de frutas frescas a diario, preferentemente de temporada, y de productos lácteos naturales como el queso o el yogur entero. Estos alimentos, ricos en nutrientes, pueden incluirse como parte del postre, pero no necesariamente al final de las comidas principales”, explica Sánchez.

 

“Una buena opción es combinar frutas frescas con yogur o queso”

 

Para quienes creen que la fruta, al ser consumida como último plato, podría interferir en la absorción de otros nutrientes, la farmacéutica y especialista en nutrición, Rosa Arnau, despeja ese mito: “De hecho, sucede lo contrario. La vitamina C de frutas como la naranja facilita la absorción del hierro, por ejemplo”. En este sentido, recomiendan que, si vamos a optar por un postre, la fruta es la mejor elección, ya que, además de su bajo contenido calórico, aporta fibra y vitaminas esenciales.

Pero no todo es tan sencillo en la mesa argentina. Los postres ultraprocesados y ricos en azúcar suelen tener una fuerte presencia en nuestras comidas, desde las rosquillas hasta el clásico tiramisú. Ambos especialistas coinciden en que es fundamental reducir o eliminar estos alimentos cargados de azúcares simples y grasas no saludables. Sánchez advierte que “los pasteles, galletas, flanes y otros productos similares no solo aportan calorías vacías, sino que además aumentan el riesgo de enfermedades metabólicas como la obesidad”.

Para aquellos que se han lanzado a la aventura de bajar de peso, el tema del postre genera aún más incertidumbre. ¿Es posible perder esos kilos de más sin renunciar completamente a ese momento dulce? La respuesta, según Sánchez, depende de cómo estructuremos nuestra dieta. Propone un enfoque basado en la dieta mediterránea, donde frutas y lácteos naturales ocupan un lugar preponderante. “Una buena opción es combinar frutas frescas con yogur o queso, que son alternativas mucho más saludables que los postres procesados”, comenta.

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