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Espectáculos |EN LA PANTALLA GRANDE

Camila Sosa Villada: “El amor ha sido una herramienta para tener a las mujeres en casa”

Protagoniza “Tesis sobre una domesticación”, adaptación de su novela no apta para pacatos. En diálogo con EL DIA, habla de la domesticación, el sometimiento de las actrices y la potencia del sexo

Camila Sosa Villada: “El amor ha sido una herramienta para tener a las mujeres en casa”

Una de las escenas de alto voltaje de “Tesis sobre una domesticación”

Pedro Garay

Pedro Garay
pgaray@eldia.com

13 de Abril de 2025 | 03:26
Edición impresa

La potencia de Camila Sosa Villada tal vez resida en que no se deja domesticar. Entrevista, no responde lo que debe, no llena sus palabras de lugares comunes. No hace concesiones, cruza y atraviesa cada pregunta con un candor brutal. Esa potencia está en sus novelas. También en su trabajo como actriz, sobre todo en su última película, “Tesis sobre una domesticación”, adaptación de alto voltaje de su segunda novela que acaba de pasar por el Bafici.

Dirigida por Javier Van de Couter, la película, de próximo estreno en salas, cuenta la historia de una prestigiosa actriz trans que se enamora y se casa. Pero mientras se sumerge en el aparente sueño idílico de la familia y adopta a un chico, y mientras se debate entre una obra en el teatro oficial o una puesta independiente, su ambición y su derecho al goce se ven postergadas. Domesticadas.

La autora y actriz cordobesa dice que también en la relación entre actriz y director hay algo de domesticación. Incluso en una película como ésta, indócil, una bomba erótica, libre no apta para pacatos. Incluso si con el director, Van de Couter, había colaborado en teatro, y hasta filmado su primera película, “Mía”, en 2011. Esa experiencia, relata, la llevó a evitar el cine, los teatros grandes, el mundo de la capital federal, y llevó directo a “Tesis sobre una domesticación”.

“Yo me preservo de la grandilocuencia de la actuación: vine a filmar y cuando volví a Córdoba dije ‘no es para mí, esto. Menos en Buenos Aires’”, cuenta, en diálogo con EL DIA. “Así que escribí la novela como una advertencia: también puede pasar todo esto al ser famosa, podés terminar con las venas abiertas en un programa de televisión”.

Lógicamente, entonces, cuando el director le propuso protagonizar la adaptación de su novela, “no tenía ganas”, se ríe. Pensaba que Mariana Genesio Peña para el papel, pero Van de Couter insistió y “en ese momento teníamos un vínculo estrecho, así que acepté. Me parecía divertido. Y creía que estaba bien por el origen de la novela”.

Es que Sosa Villada empezó a escribir la historia para que fuera una película. Luego, sin embargo, a la escritora, que ya era autora de “Las malas”, la llamaron de Página 12 para publicar el libro bajo una colección que iban a editar. Así, “Tesis…” fue novela, editada más tarde bajo Tusquets en una nueva edición, reescrita por Sosa Villada: mientras rearmaba aquella historia para el papel, empezó el rodaje de la adaptación y las dos de fueron contaminando, “la escritora contaminaba todo: fui al set a defender a ese personaje, es el que más quiero de todas las que escribí”.

Esa defensa fue motivo de conflicto: “Cuando llegué al set, fui a ver qué le pasaba a esa protagonista que había inventado, y me encontré todo de frente. Como un camión Scania: me llevó puesta. Terminé metida en ese berenjenal no se cómo: quizás tendría que haberme ido antes, terminé con antidepresivos, con ataques de pánico”, confiesa.

- Es una novela que cruza sexo, dinero y amor. Y decías que es tu personaje preferido de los que has escrito. ¿Representa tu visión en torno a estos temas?

- Sexo, dinero y amor está bien. Sexo, fama y dinero también… Pero creo que la actriz, el personaje, no representa tanto lo que me pasó a mí en torno al sexo o al amor: creo que yo fui más astuta, me escapé del amor como una herramienta de domesticación, no permití que el amor me pusiera su lazo encima. Pero sí escribir al personaje fue como una advertencia que me hice a mi misma.

- Hablás del amor como una herramienta de domesticación. ¿Qué es para vos esa domesticación?

- El amor es lo que hace que la actriz, el personaje, termine haciendo cosas que no quiere hacer. Como adoptar a esa criatura. Lo hace por amor, para cumplir el deseo de su pareja, que es algo que han hecho las mujeres toda la vida, criar a los hijos para que el tipo labure, estudie. Tengo primas que metían al marido en pedo a la ducha, lo secaban, lo vestían, lo subían al auto y lo dejaban en la puerta de la Universidad, para que se reciban. Es tristísimo, se hace pasar por amor, por deseo. Pero la protagonista no tiene deseo de nada, ella está bien con su pareja como está, y él la arrastra a ese infierno que es el infierno de la familia, dejándola cada vez más desvalida, más lejos de ser sí misma, y eso se disfraza de amor pero es una enorme manipulación. El amor siempre ha sido una herramienta de manipulación para tener a las mujeres en casa.

- Para vos, ella, la protagonista, no desea.

- Ella no está como una máquina deseante: está ejecutando el deseo de los demás, de su mamá, de su papá, de su hijo, de su esposo, y eso es lo que la tiene agotada. Y eso es lo que hacen las actrices en un set: filman el deseo de un director, de un guionista, de un productor. Rara vez se le pregunta ‘qué tenés ganas de hacer vos’.

 

“Me gustaría que me recordaran como una escritora erótica, que pusieran en mi tumba: ‘Escribió novelas sobre el erotismo, actuó en películas eróticas’”

 

- ¿Por eso fuiste a defender el personaje?

- Sì, con dientes y uñas. Quería honrar a la actriz, a ese personaje, quería defender mi trabajo. De todos modos, más allá de que yo fui a defender a mi personaje, siempre el vínculo entre un director y las actrices es conflictivo. Empiezan a jugar factores que tienen que ver con una industria que es profundamente misógina: no en vano las actrices se cortan las venas, toman pastillas, se suicidan de mil formas. Las actrices somos consideradas una máquina menor, dentro de las carísimas máquinas con las que estos niños ricos juegan a hacer cine: somos un aparato más barato. Más intercambiable, aunque ese es el trabajo sensible que se hace en la pantalla, el de las actrices, en mayor medida que el de los actores, incluso. No sé quién puede decir que filmar una película es una experiencia grata: yo terminé con antidepresivos, con ataques de pánico. Además, por las condiciones de las actrices, entendí que la cámara capturaba cualquier mecanismo, cualquier técnica iba a ser capturada como la mentira que es. Y estoy cansada ver actrices que hablan como si estuvieran leyendo el guión, quería que fuera una experiencia sanguínea, que me pasara por la sangre. Entonces, decidí ser la actriz, estar enamorada de “Poncho” (Alfonso Herrera, su marido en la ficción), estar caliente con Sebastián Arzeno (su director de teatro en la ficción). Y eso me jugó en contra: estaba en carne viva, no sabía fingir un ataque de pánico, tenía los ataques de pánico. Creo que me salió bien, pero fue muy alto también el costo.

- Decías que has defendido la película con el cuerpo, es algo que se nota. ¿Tu manera de escribir, de actuar, también tiene que ver con ir contra la domesticación, contra ese arte impostado del que hablás?

- Sí. No sé si es algo que me sale, o si es una puesta en escena, un ser rebelde. Pero es así. Me parece que las películas tienen que tener personajes con cierta complejidad, cierta oscuridad, cierta locura, ser contradictorios, y ese tipo de personajes no se escriben más. Así como ya no se hacen más películas eróticas.

- Bueno, esta película tiene los dos: personajes complejos y erotismo.

- Me gustaría que me recordaran como una escritora erótica, que pusieran en mi tumba: “Escribió novelas sobre el erotismo, actuó en películas eróticas”. Aunque en la película fue una cuestión de disputa. Yo, la verdad, no quería hacer el personaje, no tenía ganas de actuar en esta película. Me convenció “Poncho”, cuando entró él dije “bueno, vamos a darnos unos besos con este hombre hermoso”. Y cuando empezaron a aparecer en el guion estas escenas de sexo, dije “bueno, banquémonosla. Es lo que hay que hacer: una película erótica”.

- ¿Qué representa para vos el erotismo, por qué te interesa, qué es en la experiencia humana?

- Es un terreno donde rara vez juega la cabeza. Juegan otras cosas: el erotismo está eximido de la cabeza. El erotismo es más animal, más del orden de lo inconsciente, es lo más animal del ser humano: dos personas desnudas se olvidan si el otro es facho, si tiene más o menos dinero, y ocurre algo del orden de lo vincular que es de transparencia pura. Es la única forma de conocer a alguien. Y eso me parece interesante de escribir, de representar. Y es algo que siempre está puesto como tabú, y además está el tema de clase: pareciera que solo ciertas personas pueden disfrutar de su sexualidad. Las travestis hasta este momento, en el cine, estuvieron representadas sexualmente como quienes tienen un intercambio: ponerla a la “trava” en pelotas, en cuatro patas, gozando, me pareció una buena idea, que era algo que se tenía que hacer, es una deuda con las “travas” verlas lindas, verlas yendo a buscar al tipo y no al revés.

Sosa villada, en un parate del rodaje de la adaptación de su novela

 

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