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“Dios me salvó para hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande”. Con esa frase refiriéndose al atentado que sufrió el año pasado, se definió como el hombre elegido para la gran tarea. El nuevo presidente de los Estados Unidos se erigió como el más grande triunfador de la “nueva derecha” que creció en Europa pero que logró llegar al poder únicamente en Austria. En realidad, de “nueva” no tiene mucho. Se trata del mismo populismo autoritario que cada tanto emergió en el mundo, casi siempre imbuido de nacionalismo, con características xenofóbicas y a veces racistas.
Para mejor, repitió la frase que fue bandera del expansionismo americano: el “destino manifiesto” de la nación. Irrumpió en la política sin partido. Aunque logró conquistar y establecer un liderazgo autoritario en el antiguo partido tradicional republicano, muy pocos se animaron a calificarlo antidemocrático, como comenzó a ocurrir en Europa hace 20 años. Los viejos partidos conservadores están siendo superados por la explosión populista de derecha, liderada por “personalidades fuertes” con la innovación de que muchas de las líderes son mujeres. El machismo ha muerto hasta para los sectores más reaccionarios ya que en Italia y Francia son liderados por mujeres.
Los “progresistas” no ofrecieron soluciones rápidas o mágicas para detener la invasión rusa de inmigrantes que según se difunde, roban los puestos de trabajo y alteran la vida de todos, con costumbres distintas y a veces violentas. Sin otras ofertas, los que se sienten postergados por la globalización y la revolución tecnológica, y el mito de la invasión de los pobres de afuera, el resentimiento fue canalizado por los populistas.
En Estados Unidos el papel de “salvador” fue asumido por Donald Trump que se autoproclamó el enemigo de los despiadados nuevos ricos y de sus cómplices intelectuales de las grandes ciudades donde todo vale.
Quien se considera como el defensor de los comunes, ha convocado como copresidente a Elon Musk, poseedor de una fortuna superior a los 400 mil millones de dólares, lo que lo hace el más rico del mundo. Entre sus ministros se pueden detectar las riquezas apabullantes que sirvieron para financiar su campaña electoral.
En Washington muchos de los jefes de las grandes empresas tecnológicas, 7 de los 10 millonarios más grandes del mundo son conductores de compañías de ese tipo, están ahora invadiendo Washington, donde el poder siempre importó más que el dinero. Todo se transforma al compás de quienes compran las mejores residencias, la corte del no coronado rey de la nueva derecha. Los “muchachos de Silicon Valley” son ahora los dueños de muchas de las mejores propiedades de la capital de los Estados Unidos, y hacen ostentación de su riqueza.
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El populismo de derecha o de izquierda siempre es contradictorio y Trump no es una excepción. Después de defender a la vieja industria automotriz norteamericana impugnando severamente las facilidades impositivas para los compradores de autos eléctricos, convocó como un asesor fundamental al primer fabricante de esos vehículos que además es un proveedor del Estado al que factura miles de millones de dólares con su empresa “Space Exploration Technologies Corp” y otras no tan conocidas. Hace poco compró Twitter -ahora X-, que fue una plataforma importantísima para el nuevo presidente, mientras se eliminaban normas en ellas para limitar los discursos de odio. ¿Es que puede haber populismo sin enemigos odiados?
Su discurso fue un anticipo, se erigió como una figura de Dios y por supuesto como todos los líderes de su tipo, criticó al “establishment” corrupto mientras designaba a millonarios como titulares a cargo de organismos que tienen como objeto controlar a las grandes empresas como las de ellos, que se convierten en controlados y controladores.
La visión expansionista se manifestó con toda claridad cuando se refirió al Canal de Panamá, del que afirmó “le sale más caro a los barcos norteamericanos que a los chinos” lo que se cree que es una falsedad absoluta.
Evitó hablar de los bloques políticos económicos en que se dividen hoy los países. No mencionó la invasión rusa a Ucrania, aunque en esta campaña no fue tan evidente la influencia del aparato de propaganda ruso para favorecerle y por supuesto no se refirió a su decisión de suspender la prohibición de TikTok que la Suprema Corte de Justicia, integrada por hombres y mujeres propuestos por él, consideró que de acuerdo a la constitución se podría obligar a venderla o cerrarla, por considerarla agente de un Estado.
Todo lo que tiene que ver con la tecnología que ahora parece ser la apoyatura de Trump, recibirá privilegios. Por ejemplo mientras se habla de limitar la inmigración con argumentos descaradamente falaces, se haría una excepción para esas compañías, que con sus capitales lentamente se están convirtiendo en un estado dentro del estado, pero con flexibilidad. Jeff Bezos, quien compró el Washington Post, un diario con un pasado de una posición de centro ligada hacia la izquierda, que lo aclaró que la adquiría él personalmente y no la compañía que lidera, Amazon, que tiene miles de accionistas y es una de las 7 gigantes, rompió varias tradiciones, lo que motivó renuncias de más de 100 periodistas y que miles de suscriptores se borraran. Durante el primer periodo de Trump fue crítico, pero en las elecciones del año pasado por primera vez el diario no se pronunció a través de una editorial a favor de un candidato a presidente, le era imposible no apoyar a Trump, pero lo que representa para sus lectores hubiera sido demasiado.
La xenofobia del nuevo presidente se hizo evidente con expresiones como “los inmigrantes vienen de prisiones e instituciones psiquiátricas”, lo cual es una falsedad. Anunció una declaración de emergencia nacional para la frontera entre Estados Unidos y México lo que posibilitaría que todo ilegal sea detenido inmediatamente, aunque eso es imposible si previamente no modifica leyes fundamentales. También afirmó que no serán considerados ciudadanos de los Estados Unidos los hijos de inmigrantes ilegales, lo que sería una violación a la Enmienda 14 de la Constitución de los Estados Unidos que otorga la ciudadanía a todas las personas nacidas en su suelo. En la heterogénea coalición que lo apoyó, ya comenzaron a surgir las discrepancias frente a, por ejemplo, suspender la entrega de visas a todo extranjero. Los dueños de las tecnológicas con Musk a la cabeza solicitaron que se extendieran visas especiales para los especialistas que necesita el país. Ello causó protestas y criticas severas a Musk, indirectamente al presidente y de nada menos que Steve Bannon, uno de los primeros ideólogos que lo acompañó y que durante los primeros 7 meses de Trump como presidente se desempeñó como estratega jefe de la Casa Blanca, de la que fue despedido por declaraciones más que provocativas.
Desde entonces recorre los países de Europa y algunos latinoamericanos para apoyar líderes de derecha y a veces de extrema derecha, como el Frente Nacional de Francia, la Alternativa para Alemania, el Partido de la Libertad de Austria y del mismo nombre de los Países Bajos. Pocos días atrás causó la reacción del primer ministro de Alemania que dijo que “los operadores de redes no van a determinar el futuro de nuestro país”.
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